Éxodo 17:1-16
El Señor sabía que los hijos de Israel, que habían sido liberados de Egipto, necesitaban su dirección y provisión en el desierto. No había manera de que el pueblo judío sobreviviera solo. Dios les prometió que los guiaría en el día en una columna de nube, y en la noche por una columna de fuego. Véase éxodo 13:21-22. El Señor iba delante de ellos dondequiera que ellos fueran.
Los guió en el desierto de Shur a un lugar llamado Mara, donde no había agua potable. Pero Dios demostró su poder milagroso al endulzar las aguas amargas. El próximo desafío vino en el desierto de Sin, donde los israelitas se quejaron por la falta de comida. Dios proveyó otra vez una abundancia de codornices y Maná.
Ahora los encontramos en Refidim, donde una vez más “no había agua para que el pueblo bebiese”. Estaban allí “conforme al mandamiento de Jehová”. Todo lo que tenían que hacer era poner su mirada a la columna para darse cuenta de la presencia de Dios con ellos.
En cambio “altercó el pueblo con Moisés y dijeron: danos agua para que bebamos”. Es verdad que estaban sedientos. Tentaron a Dios. Moisés “llamó aquel lugar Masah y Meriba, por la rencilla de los hijos de Israel y porque tentaron a Jehová, diciendo ¿esta pues Jehová con nosotros o no?” (Masah significa tentar; Meriba significa rencilla) pero, ¿Cuándo ellos aprenderían a confiar en el Señor? Un Moisés frustrado clamo, “¿Que haré con este pueblo? De aquí a un poco me apedrearán.”
Una vez más el Señor contestó, “He aquí que yo estaré delante de ti sobre la peña en Horeb, y golpearas la peña, y saldrán de ellas aguas, y beberá el pueblo”. Moisés obedeció y golpeó la peña. El agua salió y apagó la sed del pueblo.
La roca golpeada es una ilustración de nuestro Salvador en el Antiguo Testamento, el Señor Jesucristo. Pablo escribió, “y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía y la roca era Cristo.” 1 corintios 10:4. Fue golpeado por Dios en la cruz, donde murió por nosotros. De esta roca, que fue golpeada por nosotros, corre un torrente sanador de agua viva. Jesús dijo, “mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”. Juan 4:14. “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”. Juan 7:37.
Padre celestial, el pozo nunca se seca. Gracias por tu Espíritu Santo, el quien tu das a todos los que creen. Guía a otros a la roca por medio de nosotros. En el nombre de Jesús. Amén.
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